dilluns, 12 de maig del 2008

El discurs de la raó

La raó que et dóna l'experiència personal i viure de primera mà els conflictes armats dels últims anys i les seves conseqüències en la vida de la gent. I la raó la té Gervasio Sánchez, fotoperiodista guardonat amb el XXV Premi Ortega y Gasset de Fotografía. En el bloc d'Enrique Meneses (periodista, fotoperiodista i escriptor) trobem el discurs que va pronunciar en l'entrega del premi, davant de gran part de la plana política espanyola.

El guardó li han concedit per aquesta fotografia, 'Sofia i Alia', del projecte/exposició/llibre 'Vidas minadas'. Vaig tenir l'ocasió de veure-la al Centre de Cultura Contemporània de Barcelona fa uns mesos, després d'haver vist el reportatge al 30 Minuts. Sens dubte una veu molt crítica del drama de les mines que, com diu el mateix Sánchez en el documental, són uns soldats molt barats i molt efectius, perquè el cost de producció és molt baix, no mengen, ni beuen, tenen una vida molt llarga i sempre estan a punt per emportar-se una vida.
En el discurs, que podeu llegir més avall, el fotoperiodista arremet contra els governs espanyols de tota l'era democràtica per haver consentit que Espanya continués sent un dels països exportadors d'armes; i, tot i haver signat tractats com el d'Ottawa (1999, Convenció sobre la Prohibició de l'Ús, Emmagatzemament, Producció i Transferència de Mines Antipersona i sobre la seva Destrucció), no fa el necessari per ajudar les víctimes que, al cap i a la fi, són el més important i les que més pateixen els efectes de l'enrequiment de governs i empreses pel tràfic d'armament. Víctimes a qui Gervasio Sánchez ha volgut donar veu i demostrar al món que, tot i les dificultats, el dolor, l'odi, la pobresa... tenen força per continuar vivint.
Estimados miembros del jurado, señoras y señores:

Es para mí un gran honor recibir el Premio Ortega y Gasset de Fotografía convocado por El País, diario donde publiqué mis fotos iniciáticas de América Latina en la década de los ochenta y mis mejores trabajos realizados en diferentes conflictos del mundo durante la década de los noventa, muy especialmente las fotografías que tomé durante el cerco de Sarajevo.

Es un gran honor porque varios de mis mejores amigos a los que respeto profesionalmente pertenecen a la plantilla de este diario. Queridos Ramón Lobo, Guillermo Altares, Miguel Ángel Villena, Jorge Marirrodriga, Francesc Relea, Miguel Gener, Alberto Ferreras, Gorka Lejarcegui, incluso tú querido Alfonso Armada, a los que he nombrado y a los que tengo en mi mente, a todos vosotros que me apoyasteis en los momentos más duros os dedico este premio de todo corazón.

Quiero dar las gracias a los responsables de Heraldo de Aragón, del Magazine de La Vanguardia y la Cadena Ser por respetar siempre mi trabajo como periodista y permitir que los protagonistas de mis historias, tantas veces seres humanos extraviados en los desaguaderos de la historia, tengan un espacio donde llorar y gritar. No quiero olvidar a las organizaciones humanitarias Intermon Oxfam, Manos Unidas y Médicos Sin Fronteras, la compañía DKV SEGUROS y a mi editor Leopoldo Blume por apoyarme sin fisuras en los últimos doce años y permitir que el proyecto Vidas Minadas al que pertenece la fotografía premiada tenga vida propia y un largo recorrido que puede durar décadas.
Señoras y señores, aunque sólo tengo un hijo natural, Diego Sánchez, puedo decir que como Martín Luther King, el gran soñador afroamericano asesinado hace 40 años, también tengo otros cuatro hijos víctimas de las minas antipersonas: la mozambiqueña Sofia Elface Fumo, a la que ustedes han conocido junto a su hija Alia en la imagen premiada, que concentra todo el dolor de las víctimas, pero también la belleza de la vida y, sobre todo, la incansable lucha por la supervivencia y la dignidad de las víctimas, el camboyano Sokheurm Man, el bosnio Adis Smajic y la pequeña colombiana Mónica Paola Ojeda, que se quedó ciega tras ser víctima de una explosión a los ocho años. Sí, son mis cuatro hijos adoptivos a los que he visto al borde de la muerte, he visto llorar, gritar de dolor, crecer, enamorarse, tener hijos, llegar a la universidad.

Les aseguro que no hay nada más bello en el mundo que ver a una víctima de la guerra perseguir la felicidad. Es verdad que la guerra funde nuestras mentes y nos roba los sueños, como se dice en la película Cuentos de la luna pálida de Kenji Mizoguchi.
Es verdad que las armas que circulan por los campos de batalla suelen fabricarse en países desarrollados como el nuestro, que fue un gran exportador de minas en el pasado y que hoy dedica muy poco esfuerzo a la ayuda a las víctimas de la minas y al desminado.
Es verdad que todos los gobiernos españoles desde el inicio de la transición encabezados por los presidentes Adolfo Suarez, Leopoldo Calvo Sotelo, Felipe González, José María Aznar y José Luis Rodríguez Zapatero permitieron y permiten las ventas de armas españolas a países con conflictos internos o guerras abiertas.
Es verdad que en la anterior legislatura se ha duplicado la venta de armas españolas al mismo tiempo que el presidente incidía en su mensaje contra la guerra y que hoy fabriquemos cuatro tipos distintos de bombas de racimo cuyo comportamiento en el terreno es similar al de las minas antipersonas.
Es verdad que me siento escandalizado cada vez que me topo con armas españolas en los olvidados campos de batalla del tercer mundo y que me avergüenzo de mis representantes políticos. Pero como Martin Luther King me quiero negar a creer que el banco de la justicia está en quiebra, y como él, yo también tengo un sueño: que, por fin, un presidente de un gobierno español tenga las agallas suficientes para poner fin al silencioso mercadeo de armas que convierte a nuestro país, nos guste o no, en un exportador de la muerte.
Muchas gracias.

1 comentaris:

Anònim ha dit...

Clap! Clap! Clap! (llegeixis aplaudiments) Una gran discurs, feia temps que no llegia algó tant cert. Em trec el barret i si això fos un manifest el firmava ja.

El problema es que oblidem ràpidament paraules com aquestes i ens tornem a centrar en viure la nostra rutina, ignoarant tot alló que no afecte al nostre flux normal de vida. I de mentres els de dalt fant el que els hi plau. Trista societat la nostra...